Aunque el título de esta entrada dice mucho, comencemos desde el principio porque no tiene desperdicio.
Por dos gaseosas cruzamos el Río Tambo hasta la otra orilla (afluente que se une al Río Ucayali y éste con el Marañón para formar el Río Amazonas). Li y Nena nos llevó hasta la Comunidad indígena de Osherato. Nos acogieron ofreciéndonos Mazato (fermentación de la Yuca masticada, consiguiéndose un líquido rosa que mareaba un poquito).
Nos presentamos, seguimos bebiendo Mazato y comiendo Caldo de Chancho de monte (cerdo salvaje). En la tarde nos relacionamos con ellos jugando a fútbol y voleibol, aunque antes nos bañamos en las aguas del Río Ene (éste se une con el Río Perene para formar el Río Tambo).
En la noche cenamos Caldo de Gallina y Yuca zancochada (cocida). Esperábamos que nos bailaran algo alrededor del fuego pero más bien nosotros lo hicimos para ellos con canciones y bailes infantiles.
Unos durmieron en una choza y otros dormimos al aire libre en un porche.
Al día siguiente nos levantamos bien temprano (con la salida del sol claro) para que el jefe de la comunidad nos llevara de vuelta, pero teníamos que esperar a que cargaran la barca con plátanos, por lo que finalmente nos buscamos otra embarcación que pasaba por allí.
Regresamos a Satipo para coger de nuevo el autobús hasta Lima y de ahí de nuevo a la Comunidad. ¡Vaya fin de semana de ensueño!
El mismo día viernes por la mañana Dulci tentó a Paco para ir junto con otros voluntarios a la selva por la zona de Satipo (Cuenca Amazónica). Rápidamente Paco fue con nuestro amigo Armando (Tigüinza) a Lima a por los billetes del autobús, mientras Dulci se quedó en la Comunidad dando clases.
Después de una mañana de carreras a las 12:00 ya estaba Paco de vuelta con los billetes; a la 13:00 el macuto hecho para salir de nuevo a Lima y coger el autobús con dirección a Satipo, pasando por La Merced.
Nos dio tiempo de ver lo más popular de Lima: la Plaza de Armas donde se encuentra la Catedral, la primera Universidad Latinoamericana donde descansan los generales que lucharon por la liberación del Perú (aquí cada uno interpreta la historia de un modo y no nos queda claro si el verdadero liberador de Perú fue León Bolívar o San Martín, si bien la firma que aparece es la de San Martín).También estuvimos en el puente donde Miguel recogió los primeros niños de la Comunidad, uno de ellos es Tigüinza, el que nos acompaña en el viaje.
Después de 12 horas de autobús llegamos a Satipo, Dulci no olvidará el viaje porque no paraba de vomitar ¡vaya viaje la pobre! Ya en Satipo contactamos con un taxista (Robin) para hacer varias cosas desde allí.
Estuvimos el sábado en una grandiosa cascada en el pueblo de Mazamari, llamada Arcoiris, porque esto es lo que se aprecia cuando el sol la ilumina. En la noche dormimos en un hospedaje en este pueblo, donde pudimos ver una pequeña fiesta con bailes típicos regionales.
Al otro día salimos temprano en busca de aventuras, pasamos por Pueto Ocopa, cruzando el Río Perene hasta Puerto Prado. Se nos ocurrió la idea de pasar la tarde y noche con una Comunidad nativa ¿cómo hacerlo? ¡Qué suerte la nuestra!, contactamos con Li, una indígena que ahora trabaja en la Municipalidad (Ayuntamiento) de Puerto Prado y nos acompañó también su amiga Nena.Por dos gaseosas cruzamos el Río Tambo hasta la otra orilla (afluente que se une al Río Ucayali y éste con el Marañón para formar el Río Amazonas). Li y Nena nos llevó hasta la Comunidad indígena de Osherato. Nos acogieron ofreciéndonos Mazato (fermentación de la Yuca masticada, consiguiéndose un líquido rosa que mareaba un poquito).
Nos presentamos, seguimos bebiendo Mazato y comiendo Caldo de Chancho de monte (cerdo salvaje). En la tarde nos relacionamos con ellos jugando a fútbol y voleibol, aunque antes nos bañamos en las aguas del Río Ene (éste se une con el Río Perene para formar el Río Tambo).
En la noche cenamos Caldo de Gallina y Yuca zancochada (cocida). Esperábamos que nos bailaran algo alrededor del fuego pero más bien nosotros lo hicimos para ellos con canciones y bailes infantiles.
Unos durmieron en una choza y otros dormimos al aire libre en un porche.
Al día siguiente nos levantamos bien temprano (con la salida del sol claro) para que el jefe de la comunidad nos llevara de vuelta, pero teníamos que esperar a que cargaran la barca con plátanos, por lo que finalmente nos buscamos otra embarcación que pasaba por allí.
A la vuelta visitamos la catarata de La Resistencia. Consiste en una sucesiones de cataratas (hasta siete) que merecen la pena verlas, ya que poco a poco crecen en esplendor y belleza.
Regresamos a Satipo para coger de nuevo el autobús hasta Lima y de ahí de nuevo a la Comunidad. ¡Vaya fin de semana de ensueño!